(febrero 2013) A horas de partir.

Por fin llego este viaje tan esperado, por fin me voy, por fin pongo un Stop. Lo hago por una cuestión de salud mental mucho más que por un simple descanso de verano. Estoy muy feliz de poder cumplir algo que creía tan lejano e improbable. Y que sea todo el fruto de mi esfuerzo, no quedando en un proyecto más amontonado entre tantos otros. Tengo más ansiedad que cuerpo y espero que estas horas se pasen lo más rápido posible porque ya no aguanto ni un consejo más. Quiero dejar esta histérica ciudad y respirar por primera vez en mi vida aire puro, sentir el viento libre y hermoso. Llenar mis ojos de la belleza de la naturaleza y conocer diferentes culturas. Pero sé que aunque voy a vivir experiencias maravillosas, pueden pasar cosas no muy agradables, como en cualquier lado (Porque si hablamos de trata, pueden secuestrarme en la esquina de mi casa), por eso le dejé dichas a mi mamá mis intenciones en caso de no volver nunca más: Primero, que cobre mi sueldo y pague todas mis deudas. Después, que mis amigas elijan las fotos que van a pasar en el noticiero. Que done toda mi ropa y para alivianar su tristeza, me busque en las caras de los nenes que viven en los hogares, se disfrace de payaso, o vaya a leerles cuentos varias veces por semana. Que ella, y mis amigas se unan a la lucha contra la trata, y aunque nunca me encuentren, siempre luchen por otras mujeres. Les pido que cumplan uno de mis sueños, y abran un comedor, un taller de arte, y un hogar para mamás adolescentes en situaciones de riesgo y mujeres victimas de la violencia de género. Que no guarden nada que les haga acordar a mi, porque si me muero, yo no me voy a acordar de nadie en mi próxima reencarnación. Pido explícitamente que NO me velen, eso de verme muerta y que todos lloren a mi alrededor no me gustaría... Crémenme, repartan mis cenizas en pequeños frasquitos entre mis seres más queridos y tirenlos (quisiera decir Hawaii porque siempre quise ir, pero es utópico) en un lugar con mucho verde.