viernes, junio 7

En este largo tiempo de tropiezos, caídas, muertes y resurrecciones, los cambios son evidentes. Y llegué a la conclusión de que en lugar de culpabilizarme por todo, tengo que aprender a aceptar la realidad: Soy una mujer, no soy perfecta, soy real. Tengo muchos errores entre algunos aciertos. Muchas veces no puedo ni conmigo misma, me confundo, me aturdo de pensamientos, me subestimo y me inmovilizo. Lastimo con las cosas que digo, pero no puedo callar lo que pienso nunca. Y aunque tenga mil defectos, ALGO me hace pensar que no voy por un mal camino. Siempre aparece un amigo dispuesto a escucharte y abrazarte (aunque no me gusten mucho los abrazos), siempre la vida fue amigable y me dió la fortaleza necesaria para pensar que TODO PASA y que hay que seguir adelante, siempre luchando, siempre con la cabeza en alto. Aprendí a pedir disculpas cuando me supe equivocada, a saber aceptar que todo en la vida es causalidad, porque las casualidades no existen. Que cada persona que se cruza en tu camino, sea el tiempo que sea, deja una marca, un aprendizaje y una experiencia que la convertirán en inolvidable. Aprendí a querer con el corazón, a respetar y a decir adiós. A valorar a mis amigos que son mis hermanos. Abrí los ojos y pude reconocer realidades distintas que me impiden volver a inmovilizarme en algún momento de mi vida. Y aunque a veces me sienta sola, sé que no lo estoy. Que somos muchos los que vivimos por los mismos motivos, que levantamos la bandera de la igualdad y queremos hacerla llegar a todos lados. Me arrepiento de muchas cosas que hice y de muchas otras que dije hace unos años atras, pero las personas cambiamos y me gusta , me gusta mucho sentir ese cambio adentro. Reconocerme, quererme y valorarme. Es que la vida es una lucha diaria, y yo creo que aunque hay veces en que nos caga a cachetazos, también hay muchas otras en las que nos hace el amor con una inmensa ternura.

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